Una historia desgarradora de un perro mayor que se queda atrás porque su familia fue trasladada a casa

Amar y ser amado a cambio, eso era todo lo que Pumba quería hacer.
Toda su vida, Pumba se quedó con una familia que lo cuidó bien, pero solo lo vio como una mascota y un perro de cría. Amaba mucho a su familia y solo quería ser obediente y un buen perro. Poco sabía Pumba que su familia solo tenía sentimientos superficiales por él, y pensó que su amor por él es tan profundo como lo que él sentía por ellos. Peor aún, creía que viviría con ellos por el resto de su vida. No tenía idea de que аlgún día los perderíа para siempre.
Llegó el día en que los dueños de Pumba tuvieron que trasladarse a una casa diferente. Empacaron todas sus pertenencias, se fueron y nunca regresaron, dejando atrás a Pumba, desconcertado. Pensó que su familia se había ido de vacaciones o de paseo a algún lugar. Pasaron los días y las noches, aún así, no volvieron. Pumba comenzó a confundirse.
Aún así, Pumba esperó, aunque habían pasado muchos días y noches y ninguna familia regresó por él. Pumba no podía creer que su familia lo abandonara. Se negó a darse por vencido
Los días se convirtieron en semanas, en meses, pero la familia de Pumba no regresó. Todos los días durante un año, deambulaba por su vecindario valiéndose por sí mismo, pero regresaba a su casa para ver si su familia había regresado. Pumba nunca se rindió y estaba decidida, con la esperanza de volver a estar con su familia.
Al ver a Pumba triste y confundido, los vecinos le daban sobras de comida. Pero deambular por las calles alrededor del vecindario por su cuenta era muy peligroso, y Pumba vivió esta dura vida mientras esperaba.
Llegó el día en que Hope for Paws (HFP) se enteró del desconsolado perro mayor. Los miembros de HFP JoAnn Wiltz y Lisa Arturo corrieron a su vecindario, lo encontraron y lo persuadieron de que ingresara a una jaula que le habían traído.
Pumba dudaba en acercarse a los dos extraños y se mostraba reacia a entrar en la jaula que trajeron, aunque hicieron todo lo posible para atraerlo con comida. Siguió cruzando la calle para evadir a las dos mujeres. Así que Wiltz y Arturo decidieron intentar un enfoque más tranquilo y trataron de ganarse su confianza ofreciéndole comida directamente de sus manos.
Pronto, Pumba se dio cuenta de que estaban allí para ayudar y finalmente cedió cuando intentaron ponerle una correa. Momentos después, lograron convencerlo y les permitieron llevarlo a su auto.
Después de que rescataron a Pumba, lo llevaron inmediatamente a un veterinario para un examen minucioso y lo atendieron. Afortunadamente, gozaba de buena salud y lo llevaron a un hogar de acogida donde fue amado, cuidado y atendido por personas cariñosas que lo acompañaban día y noche.
A Pumba le encantaba su nuevo hogar, donde se sentía seguro. Se convirtió en un perro brillante, cariñoso, feliz y afectuoso, y se sintió seguro. Sabía que finalmente estaba en un hogar mejor.